Thursday, October 29, 2015

Hasta las mejores historias tienen un final

Tras tres meses que han pasado como un abrir y cerrar de ojos, cientos de personas con las que me he cruzado (sí, cientos, aquí conoces gente nueva casi a diario), días que pasaban volando en la oficina y otros que se hacían demasiado largos, y una incontable lista de historias y experiencias… mi pequeña gran aventura por China llega a su fin tal y como empezó.

Solo unos días de vuelta en Madrid y ya tengo la sensación de estar en un “pueblo”, sin enormes rascacielos ante los que tengas que inclinar el cuello para alcanzar a ver su cima, ni el agradable caos y bullicio propio de una ciudad de unos 25 millones de habitantes que ve desde hace tiempo como se avecina su colapso y que dan como resultado impresionantes contrastes urbanos entre la China rica y moderna –con sus enormes rascacielos de cristal, sus coches de lujo en cada esquina y sus cócteles a 30€- junto a la tradicional y pobre –con sus viejos edificios casi en ruinas, sus ruidosas partidas de cartas en la acera y sus deliciosos noodles callejeros acompañados de una Tiger-.

Echaré también de menos esas batallas de todos contra todos a la hora de bajar y subir del metro, KTV para rematar las noches de fiesta, señoras bailando coreografías en el parque, juegos de dados en el bar, hombres paseando con la camiseta levantada enseñando la barriga, miradas clavándose en tu nuca allá donde vayas, hot pot, reuniones con clientes e inversores, centros comerciales de 8-10 plantas, partidas de póker hasta el amanecer, lluvias repentinas que parecen anunciar el apocalipsis, yoga de “postureo”, impresionantes paisajes de montaña, fake market, monos callejeros al salir de fiesta, Sturbucks en cada esquina, el “ejército de motos de “ele.me” que reparten comida a domicilio, mareas de chinos hipnotizados con el teléfono móvil, Ganbei!, construcciones y más construcciones, mango, durian y otras frutas tropicales, edificios con muchas luces, “massagiii”, la ópera de Shanghai, tablas y gráficos en Excel, lujosos coches de Uber, los 30 minutos de siesta sagrados que todo el mundo se echa en la oficina después de comer, reservados gratis en todas las discotecas para extranjeros, sushi, pachangas de baloncesto, terrazas en edificios con vistas al mejor skyline que te dejarán perplejo y… un millón de cosas más que solo conocerás si vives esta experiencia.

Como señala el título de esta entrada efectivamente toda historia tiene un final y este que os cuento es el mío en China… por ahora.

Wǒ ài nǐ, Shànghǎi!!!

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